Cielos de Sangre - Segunda Parte
Durante horas las nubes cubrieron el cielo por completo, ganando terreno a la luz solar, lo que creaba una atmósfera demasiado tranquila que no auguraba nada bueno. Pero, al final del día, y ya en el ocaso, pequeños rayos teñidos de rojo consiguieron infiltrarse por los costados de las nubes y llegar hasta la superficie, creando alargadas sombras oscuras que deformaban totalmente la realidad. Un coche oscuro esperaba en la entrada de un parque, junto a él un joven muchacho de unos 20 años, ataviado con un formal traje negro y unas gafas oscuras para ocultar su misteriosa identidad. Tiró el cigarro al suelo y lo pisó con fuerza, arrastrando la puntera de los zapatos hasta desmigajar el cigarro en pequeñas y arrugadas motitas marrones. Alzó la vista de sus lustrosos zapatos para ver su sombra proyectada, parcialmente oculta por la del coche. No pudo evitar sonreír al ver su figura de piernas cómicamente alargadas y cabeza casi inexistente, con ese pensamiento cerró la puerta del coche de un portazo y ocultó sus manos en ambos bolsillos. Miró a ambos lados de la calle y cruzó cuando comprobó que no venía nadie. Al fin y al cabo en esa zona de la ciudad nunca pasaba nadie, nunca pasaba nada.
O eso se creía.
Unas infantiles risas se oían desde el fondo del parque, así mismo la voz de una mujer que regañaba a una niña pequeña al no querer volver a casa hasta que fuera más tarde
- Venga hija, que aún tienes que ducharte y tengo que preparar la cena - regañó una cansada anciana al no poder compararse con las fuerzas de su nieta que correteaba de un lado para otro del columpio escapando de las arrugadas manos de su abuela
- Zólo un datito má abu. Hasta que el dragón rojo ze econda detrá de eze edificio - dijo la niña pequeña, de apenas un año de edad desde detrás de un balancín mientras señalaba el brillante edificio que se veía al fondo de la ciudad, el Andrea Morrison
Su abuela asqueó la cara, cada vez que veía esa construcción mil pensamientos la taladraban su vieja cabeza
- ¡No! - gritó, lo que hizo que su nieta se quedara un poco queda, sin moverse - Lo siento hija pero si la abuela dice que no, es no, cariño mío. Anda vamos
Con bastante dificultad tomó a su nieta en bazos, que aún seguía sin mover un sólo músculo y con la boca ligeramente abierta. La cargó sobre su pecho haciendo que todas sus vértebras crujieran por el exceso de peso. La mujer, de pelo cano recogido en un moño, sonrió orgullosa, su pequeña Wendy ya había crecido lo suficiente como para no poder llevarla a brazos. Comenzó a andar por el parque en dirección a la salida, pero el silencio de su nieta la hizo sospechar, dejó a la niña en el suelo y la levantó la barbilla para mirarla a los ojos marrones que había heredado de ella a través de su hija
- Wendy, ¿qué pasa? - la abuela se acomodó las enaguas de la falda de color verde claro que llevaba para ponerse de rodillas y verla mejor - ¿Te has enfadado con la abuela Keira? - En ese momento se dio cuenta de que la niña no le miraba a ella, sino por ENCIMA de ella. La anciana se puso en pie para mirar a sus espaldas, no había reparado en el chico que estaba allí. Este tan solo se llevó el dedo índice a los labios en señal de silencio
- ¿Qué coño pretendes? - gritó la anciana moviendo a su asustada nieta detrás de su bulbosa pantorrilla para protegerla de algo que no estaba segura de que fuera a pasar.
El chico, que mordía las gafas por el extremo de la patilla, no pudo evitar sonreír
- Nada
Keira dio unos pasos hacia atrás, como si esos ojos azules los conociera de antes, pero sin conseguir recordar de quién. Le temblaban las piernas de rodillas hacia abajo haciendo que casi se cayera en un par de ocasiones, no sabía si era esa sonrisa o esos ojos lo que de verdad la atemorizaban.
Volvió la cabeza hacia el lado opuesto de él para mirarle por el rabillo del ojo; el chico permanecía inmóvil en su sitio ¿Acaso sería cierto que no les iba a hacer nada? Después de todo ellas ya estaban en la calle y una vez allí sería fácil de perderle. Negó con la cabeza sintiendo cierta relajación, aliviando la tensión acumulada.
De golpe se percató de algo. Demasiada tensión aliviada, demasiado rápido todo. Se palpó la suave y veraniega blusa blanca y luego se miró la mano aún empujando a su nieta a salir del parque hasta que sus piernas se doblegaron al peso de sus piernas y finalmente cayó al suelo arenoso, intentando gemir unas cuantas palabras a su nieta aún presente que se arrodilló junto a su abuela y empezó a acariciarla por la mejilla hasta la raíz del pelo
- Lo chiento abu, me dijo que era un zecreto
La abuela sonrió sin poder mover ninguno de sus miembros, un par de lágrimas brotaron del rabillo de sus ojos y resbalaron por sus mejillas, recogiendo su cada fragmento de su alma y sus recuerdos hasta morir en la barbilla. Wendy continuó durante un rato acariciando a su abuela, sin ser consciente realmente de lo que acaba de pasar ante sus brillantes y húmedos ojos marrones.
- El juego se ha acabado - dijo él con la pistola y el silenciador en la mano
- Abu, abu - zarandeó la niña - El jego sacabao, dezpieta abu
Al zarandear a la anciana la niña se manchó las manos de brillante sangre, las volteó con un tembleque para mirarlas. El joven sonrió, ver el fluido vital en tus manos puede hacerte entender hasta al más mocoso de los bebés.
La niña no dijo nada, dejó caer las rodillas sobre la arena y el charco de sangre aún caliente que manaba del cuerpo de la difunta. Wendy empezó a llorar apoyando la frente sobre los antebrazos y estos sobre el costado de la abuela inmóvil.
- Niña - dijo él llamando a la cría
La niña con los ojos vidriosos de llorar comenzando a moquear tenía un aspecto patético. Su boca temblaba como si quisiera decir algo, probablemente lo monstruoso que era el muchacho, pero sólo conseguía hacer pucheros. Levantó la vista para mirar los ojos azules de él, como un gesto de súplica, de perdón y de otros mil sentimientos más que nunca hubiera podido expresar con palabras. Y sin ningún miramiento...
Al final del día el cielo entero se había teñido de rojo. Los rayos crepusculares habían ganado a todas y cada una de las grises nubes dejando un cielo limpio. Él se puso de nuevo las gafas de sol y volvió a apoyarse en el capó del coche como al comienzo de la tarde. Sacó un móvil de la chaqueta y comenzó a teclear: "Keira Lysagne ha sido borrada. JAG. " Se miró la sombra de nuevo mientras se guardaba el móvil en el bolsillo interno de la chaqueta. No pudo volver evitar sonreír, que gracia le hacían todas esas anómalas sombras. Se montó en el coche y salió de allí canturreando para sus adentros.
Atrás dejaba aún el rastro de una alargada sombra, cuya minúscula cabeza estaba posada sobre el costado del cuerpo muerto de Keira, su pelo azulado cubría totalmente el reguero de sangre que fluía lentamente desde Wendy hasta el suelo, uniéndose con el fluido de su abuela.
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Enigma 1
Enigma 2