Cielos de Sangre - Primera Parte
La luz del Sol entraba como podía através de un feo y gris cielo que amenzaba tormenta en cualquier instante. A veces, cuando un tímido rayo conseguía sobrevivir a la lucha contra los chubascos se reflejaba sobre la superficie acristalada de los edificios de la calle. Estos se situaban uno seguido del otro y enfentrados, como si fueran las enormes y plateadas piernas de un batallón de gigantes en una marcha militar.
Instantes después otra gris nube ocultó tras de sí la poca luminosidad que conseguía llegar hasta los coches que corrían a toda prisa entre las construcciones como pequeñas y multicolores hormigas que irisan cuando la luz les incide en su tegumento.
En la puerta de uno de esos edificios un chico de encrespado pelo marrón esperaba canturreando algún tipo de canción para sí mismo a que el semáforo cambiara de color y pudiera llegar a su destino, situado en el centro de la brillante zona empresarial. En cuanto la luz verde se encendió pisó el acelerador y continuó por la recta y delimitada calle hasta las puertas del edificio Andrea Morrison.
De un rápido volantazo aparcó en la misma puerta de la construcción donde una bella dama alta y sedoso pelo rubio, vestida con una chaqueta negra y una ajustada falda corta de ese mismo color. Él bajó la ventanilla y sonrió a la mujer que apartó la vista al instante. Al comprobar que ella le había reconocido se bajó las gafas de sol, a pesar que este volvía a estar oculto tras otra victoriosa nube, hasta la punta de la pecosa nariz sin borrar ni un segundo su sonrisa de medio lado.
- ¿Estas son formas de saludar a un amigo? - dijo apoyándose en la ventanilla
- Piérdete, estoy esperando a alguien - dijo ella cargándose el bolso en el hombro al notar que se le resbalaba por la hombrera de la chaqueta que provocaba que se abriera y enseñara el escote que quedaba parcialmente oculto entre una impoluta camisa blanca de pequeños botones perlados - Y no quiero que te vea aquí
El taconeo de unos zapatos que bajaban las escaleras que iban desde las puertas automáticas del Andrea Morrison, que aún se estaban cerrando, hasta la estrecha y multitudinaria acera se escucharon por detrás de ella que reconoció enseguida. Jacob bajaba lentamente despidiéndose de sus compañeros de trabajo con una impecable sonrisa y un apretón de manos:
- Excelente trabajo - oía la pareja desde la acera
La rubia arrugó la nariz y giró la cara en dirección a la ventanilla abierta con el castaño aún sonriente, esta vez con satisfacción.
- No me hagas repetírtelo, lárgate
Un instante antes de que Jacob llegara hasta la chica para abrazárla por la cintura y besarla en los labios, el dueño del coche arrancó a toda velocidad.
- ¿Quién era?
- Un pesado
Julia arrugó el gesto al ver el coche desaparecer a final de la calle, pero sabía perfectamente que no andaría muy lejos y que volvería, probablemente a reírse de ella otra vez, o al menos eso es lo que parecía que hacía. Y le odiaba por ello, con esos ojos azules y ese alocado pelo color café. En seguida bajó de su nube al sentir un movimiento brusco atrayente de una poderosa mano masculina hasta el cuerpo de su acompañante.
- Si te molesta, dímelo
- No te preocupes, es un idiota que se había perdido
Pero antes de que ella pudiera volver a responderle volvió a sentir los jugosos y tersos labios de Jacob rozando los suyos propios, y sin poder controlarlo dejó una pequeña oquedad entre los suyos permitiendo que sus lenguas se encontraran y jugaran entre ellas con pasión.
Y así permanecieron un rato hasta que sus necesidades se vieron complacidas, o al menos las que la situación les permitía. Se separaron despacio, él la miraba a los ojos desde su altura, mayor que la de ella, pero esta sólo se limitaba a mirar el suelo. Se mordió el labio inferior, alzó la vista para corresponder la mirada del rubio y dijo algo que no pudo entender. Luego se cogieron de la mano y se adentraron por el camino de grises baldosas que hacia de acera de camino al resto de lo que se podría llamar "civilización". El chico castaño farfulló algo por lo bajo, lanzó los prismáticos al asiento del copiloto y se alejó por la calle principal en dirección contraria a la de la pareja en el distinguido coche negro a la máxima velocidad por la que podía circular en esa angosta calle.
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Enigma 1
Enigma 2
He de añadir que.... después de pegarme durante días con las entradas publicadas al fin lo he conseguido!
ResponderEliminarYuhu!
Espero que os guste n_n